El caso que tratamos hoy tiene nombre y apellidos A.O.,
pero podríamos llenar este capítulo cualquiera de nosotros; ya que la persona
de la que hablo sufrió una enfermedad común, que por cuestiones médicas le
mantuvo 7 meses y medio en la cama de un hospital. Cuando le dijeron que se iba
a casa, lo que parecía una alegría se convirtió en un calvario que por suerte
pudo superar por la incondicional ayuda de sus hermanas que viven con él.
El edificio en el que viven está adaptado, pero la cosa
cambia al hablar de su casa, que como la de la mayoría, no está preparada para
una silla de ruedas. Las puertas debe de abrirlas de lado, algo que en algunos
lugares resulta imposible por la falta de espacio, girar por los pasillos de su
casa es algo que no puede hacer si no es con ayuda de alguien que levante la
silla desde atrás por la estrechez del pasillo, la altura del lavabo es
excesiva y limpiarse los dientes o afeitarse debe de hacerlo de lado. A la hora
de comer la mesa es alta, por lo que o come de forma incómoda o alguien tiene
que ayudarle a pasar de una silla a otra. Por supuesto, hubo que quitar las
alfombras de la casa y para vestirse echa mano de la ropa que esté a una altura
adecuada a él; lo mismo le sucede si tiene hambre y abre la nevera.
Esto era dentro de la casa, pero fuera es peor, con la escara del coxis cada
irregularidad en las aceras se hace insoportable. Cuando necesita coger el
autobús debe esperar a que llegue uno adaptado (porque no todos lo son) y
rezar porque la rampa no esté estropeada, como alguna vez le ha pasado.
Por suerte él es todo un ejemplo de superación, esta
situación va a ser pasajera y tiene una familia ejemplar a su lado, pero esto
es algo que no todo el mundo puede decir…
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